lunes, 2 de agosto de 2010

Ecocine: El rey de la selva

En los cuarenta se siguen algunas de las lineas marcadas en la década anterior.  Por una parte el cine sublima las bondades de la vida de los pueblos en conexión con su entorno natural frente a los actos salvajes de los seres “civilizados”. Por otra se lanza a denunciar las injusticias cometidas por el sistema económico derivado de la industrialización.

El libro de la selva (1942) La historia ya la conocemos. Mowgli, un chaval que se ha criado en la selva entre animales, debe adaptarse al entorno humano. El tema aparece por primera vez en el cine 10 años antes con Tarzán de los monos (1932), la primera de una larga saga.  En ellas, la contraposición del hombre en estado “salvaje” frente al hombre “civilizado” pone de manifiesto la rigidez mental y las limitaciones emocionales de los segundos.

Aunque las películas de Disney han sido consideradas por algunos como sensibleras y dulzonas, han influido en otros para que por primera vez se interesasen por el medio ambiente. Y es que los dibujos animados de Disney han ayudado a inculcar en los niños de todo el mundo la conciencia social en favor de la protección del medio natural.  Un ejemplo de ello es  Bambi (1942), en la que el idílico reino de la naturaleza se ve vulnerado por las incursiones humanas.

Louisiana Story (1948), dirigida por Robert Flaherty y nominada a los oscars, fue financiada por una compañía petrolera con objeto de difundir el mensaje de que las explotaciones petrolíferas podían convivir en perfecta armonía con el medio ambiente. El protagonista es Napoleón, un joven “cajun”,  que vive perfectamente integrado en el entorno natural de los pantanos de Louisiana. Su universo se verá alterado por la llegada de un equipo de perforación que trabaja para una compañía petrolera. Esta película semidocumental, que en principio tiene unas intenciones dudosas, tras pasar por las manos de Flaherty, se convierte en una exaltación de la vida natural frente a la sociedad de las máquinas. 

En otra línea están las películas que tratan el drama de la injusticia social producto de un sistema económico escasamente o mal regulado, y de una industrialización agresiva  e implacable.

Aquí destacamos, Las aguas bajan negras (1948), del español Sáenz de Heredia, sobre la contaminación por la minería del carbón. Narra una historia de amor dramática que tiene como telón de fondo el conflicto que tuvo lugar en 1839 entre la Asturias campesina y la emergente economía minera.

En La Terra Trema, 1948 Luchino Visconti escoge un pueblo atrasado para denunciar la opresión económica y cultural que sufren los pescadores y también la explotación de los recursos marinos. La película retrata la lucha de clases y de ideas. Un joven pescador dándose cuenta de la explotación a la que un monopolio corporativista somete a un colectivo de pescadores pobres, decide emprender un difícil camino hacia la libertad económica e intenta establecerse como trabajador autónomo.  Sus anhelos chocarán con una estructura económica obsoleta, y la resistencia de la cultura tradicional.
 
En el próximo artículo os hablaremos del cine de los años 50. En está década proliferan las películas de catástrofes y las de aventuras ambientadas en lugares paradisíacos. Pero también aparecen unos feroces antagonistas, los animales asesinos. Hormigas radioactivas y ballenas furiosas, entre otros, aterrorizan a los indefensos humanos. Un antecedente de esta linea argumental será El Murciélago Diabólico (1940). en ella el  Dr. Carruthers es un científico respetable que trabaja para una empresa farmacéutica. Los dueños del negocio se han enriquecido con su trabajo pero él cree que no ha sido suficientemente recompensado. Así que  en sus ratos libres se dedica a cazar murciélagos y los somete a un tratamiento que desarrolla en ellos aversión a cierta fragancia que regala a sus jefes. Por supuesto los murciélagos acaban con los jefes y después con todo lo que se pone a su alcance.

Por último recomendaros una película que todavía podéis ver en el cine. The cove (2009) narra el esfuerzo de un antiguo entrenador de delfines para salvar a estos cetáceos, no sólo de las matanzas indiscriminadas  auspiciadas por el gobierno de Japón, sino también de la esclavitud en los parques acuáticos. La película es sorprendente y emocionante. Hace que nos preguntemos por qué algunos colectivos humanos se obstinan en mantener ciertas prácticas aún cuando está más que demostrado que no tienen ninguna utilidad.

Emma Sánchez es una de las reporteras universales de Universo Vivo. Durante muchos años trabajó como diseñadora gráfica. Tras estudiar guión y realización, ahora prepara el que será su primer proyecto cinematográfico. Todo ello lo compatibiliza con una gran devoción por el planeta en el que le tocó nacer.

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